UN
RETRATO IMPOSIBLE
Claro, que
meter en una habitación juntos a los cuatro protagonistas de nuestro post de
hoy, y tenerlos juntos horas y horas para hacerse un retrato, hubiera sido poco menos que un ejercicio de
temeridad y ganas de complicarse la vida, pues el pintor que hubiera tenido el
valor de pintar a estos cuatro juntos, hubiera visto cuchillos volar por la
estancia, arriesgándose a que alguno de ellos terminara por alcanzarle.
Pero
perdona, porque todavía no te he dicho de quien estamos hablando. Nuestro post
de hoy está dedicado a Miguel de Cervantes, Félix Lope de Vega, Luis de
Góngora y Argote y Francisco de Quevedo y Villegas, cuatro de los culpables
de que a nuestro siglo XVII se le
conozca con el sobrenombre de “El Siglo de Oro”.
En aquella
época, era muy común las rencillas literarias entre los poetas y escritores del
momento, y fueron muy sonadas las rivalidades Quevedo-Góngora, por un lado, y
Cervantes-Lope, por el otro.
Cervantes
y Lope fueron en un principio amigos. Vecinos del mismo barrio, frecuentaban
las mismas tertulias, e incluso, mutuamente se admiraban. Lope era toda una
estrella en su tiempo, el autor de moda al que todos admiraban, que estrenaba
con gran éxito sus obras en las tablas, conocedor de lo que el público quería.
Era, en definitiva, un triunfador. Por el contrario, La vida de Cervantes era
totalmente distinta: no tenía ese reconocimiento como autor, apenas salía
adelante económicamente, se veía
frustrado como dramaturgo pues sus obras, de un estilo muy alejado del de Lope,
no despertaban el mismo interés, y por tanto le costaba poder estrenarlas.
¡Qué serios están todos...! |
Era
cuestión de tiempo que sentimientos tan humanos (y tan hispanos) como la envidia,
la vanidad afloraran, y fue en 1602, según algunos autores, cuando la
admiración y amistad se truncaron en enemistad y rencillas... y no se sabe muy
bien por qué. A partir de ahí, los dardos, en forma de palabras, iban en ambas
direcciones. Cervantes en su Quijote se despachó a gusto contra Lope
(sin mencionarlo, obviamente) y su forma de hacer teatro, mientras Lope decía
de Cervantes “De poetas,
muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como
Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote”. Necesitaríamos mucho tiempo para ver las lindezas que uno y otro
se dedicaban, y al fin y al cabo, este blog va sobre plastilina, así que paso a
la siguiente rivalidad.
Góngora
y Quevedo nunca fueron amigos. Aquí ni admiración previa, ni gaitas. Dos
concepciones del arte de escribir (el culteranismo de Góngora versus el conceptismo
de Quevedo), dos visiones distintas que llevaron las disputas literarias al
terreno personal y al insulto. Todos hemos leído o escuchado el famoso “Érase
un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa (…) que Quevedo
le dedicó a Góngora, quien ciertamente tenía una gran nariz, y que Quevedo
aprovechó para acusarle veladamente de judío (algo tremendo para la
hipercatólica españolidad de la época), ya que según se decía era un atributo
propio de la raza judía. Por su lado, Góngora, además de contestarle en su
culterano estilo, se refería a Quevedo como Francisco de Quebebo, dada
la afición del autor madrileño a las tabernas. Igualmente necesitaríamos más
tiempo y espacio para desgranar las pullas y lindezas que se dedicaron
mutuamente estos dos genios de las letras.
Con
estos antecedentes...¿te imaginas a estos cuatro juntos en una habitación?
Blogstilina sí, y por eso te presento este retrato imposible.
Una vez más, gracias por visitar este blog, y por favor, deja un comentario.
¡Hasta la próxima!